domingo, 15 de febrero de 2015

Declaración de intenciones

Ayer Gary Gygax se me volvió a aparecer en sueños. Y digo bien "volvió", porque con esta han sido tres veces las que Gygax ha tenido a bien visitarme. Oh, claro que sé que está muerto, supongo que si no lo estuviese habría tenido la decencia de hacerme una visita como dios manda. Con su necesaria pompa y boato, precedida de una petición de audiencia formal, seguida de una confirmación oficial por mi parte para después, entre ambas partes, tratar de consensuar un momento en nuestras apretadas agendas y así compartir una agradable velada. Sí, esa es la manera en que me suelo relacionar con mis semejantes. Es lo que tiene vivir en Primadestra, las cosas tienen que hacerse de la manera correcta o quizá te des cuenta de que por ciertos caprichos de la lógica no pueden hacerse. Es una pena.

Pues bien, tal y como he dicho, disculpénme mi primera disgresión, el bueno de Gygax se me ha aparecido en sueños. Y esta vez ha sido distinto de las dos primeras veces. De hecho si no lo hubiese sido mi paciencia habría alcanzado su límite y directamente me habría despertado dejándole ahí colgado, rodeado de inundaciones de tamaño bíblico y de lavabos llenos de dientes ensangrentados recién escupidos. La habilidad de dominar un sueño lúcido se da en las dos direcciones, te permite permanecer en el sueño siendo consciente de su naturaleza pero también te permite terminarlo a voluntad. Esta vez ha sido distinto, esta vez Gary, tenía un mensaje.



La primera vez que Gary me visitó empezó bien pero acabo de una manera decepcionante. El señor Gygax medía ago así como unos diez metros de alto y portaba un barreño de agua enorme. Yo me quedaba extasiado ante semejante visión: su tremenda silueta oscurecía el sol que yo tan ricamente tomaba instantes atrás en la agradable campiña en la que me encontraba. ¿Qué sería lo que contenía semejante barreño? Era intrigante y emocionante al mismo tiempo.

El gigantesco creador de D&D se acuclillaba en frente de mí y, cosas de los sueños, después de que se postrase nos trasladábamos de manera instantánea a la cocina de la antigua casa de mi abuela paterna. Sin un mísero fundido en negro, nada, como si siempre hubiésemos estado en ese lugar. Allí un Gygax ya de un tamaño normal sentado en una silla en frente de mí, mostraba el contenido del barreño que reposaba en la mesa que nos separaba. Un pato de goma amarillo. Había un pato de goma que Gygax mecía con el dedo mientras canturreaba entre susurros: "Galopa patito cuatralbo, jinete del pueblo que la tierra es tuya".

El segundo sueño fue de índole bien distinta. En esta ocasión el señor Gygax no era sino un intruso, un mirón. Era uno de esos sueños en los que rememoras nostálgico algo que nunca llegó a ocurrir. Que pudo haber ocurrido pero que no fue así. Saudade. Allí estaba yo, en la entrada de la escuela de ingenieros navales de Primadestra con la muchacha que fue depositaria de mis afectos durante tanto tanto tiempo, manteniendo esa conversación que nunca tuvimos sin que mediara el alcohol de por medio. Y Gary mirando burlón, con una sonrisa mal disimulada que tapaba con su mano. Sacudiendo la cabeza, entre avergonzado y condescendiente.

Esas fueron las dos primeras veces y a continuación sin más demora ni ambages me dispongo a relatar lo que ocurrió ayer por la noche mientras dormía plácidamente a lado de mi novia. No sé por dónde empezar así que lo haré por el principio. Resulta que aquella descarga de 900 voltios de continua que me quemó la mano y me dejó sordo había conseguido acabar conmigo. Estaba muerto, no asustado y confundido como ocurrió realmente, sino muerto, abrasado, muerto por la propia eletrólisis de mi sangre.

El sueño comenzaba con la primera de mis experiencias post mortem. Estaba siendo juzgado y el juez no era otro que Gygax. En la segunda planta de los juzgados de la calle "Quien como Dios" en Primadestra, en la misma mesa donde hace unos meses empecé el expediente de matrimonio civil con mi novia. Allí estaba Gary, con el rostro severo, en lugar de aquella funcionaria tan amable que nos atendió. Y, por fin, contra todo pronóstico Gary me habló, a mí.

Gary: "No puedes morir, tienes una misión".
Yo: ¿Perdón?
Gary: "No puedes morir, tienes que salvar el ROL"
Yo: "Oh gran Gygax, ¿acaso soy digno para semejante tarea?¿Por qué de entre todos los roleros de pro tus designios me han escogido a mí? Soy un pecador, si incluso regalé mi juego de D&D de la caja de Borrás..."
Gary (visiblemente molesto): "Te jodes, te he elegido a ti, salva el rol o muere"
Yo: Las opciones no acabo de entenderlas...¿si elijo salvar el rol no muero? ¿Pero y si no consigo salvarlo?¿muero con carácter retroactivo?¿Y si lo salvo poco a poco, contemporizando, china chana, podría vivir para siempre?
Tras una ardúa negociación Gary y Yo llegan a un acuerdo.
Yo: De acuerdo, de acuerdo salvaré al ROL. ¿Pero cómo?
Gary: Te he otorgado el poder de la rolmnisciencia. Lo que tu digas que es el rol, será el rol. Lo que tú digas que no es rol, no será. Guía a esas ovejas descarriadas que inundan las redes con blasfemias y sandeces. Guía al rebaño, usa las redes. Haz OTRO BLOG DE ROL MÁS.
Yo: Pero Gran Gygax ¿Acaso hay lugar para mí en la Rolosfera?¿Cómo encontraré mi audiencia entre monarcas exigentes?¿cómo acallaré con mi voz los cantos que entonan bellas muchachas de voz angelical?¿Por qué habrán de seguirme a mí en lugar de a maestros, caciques, exploradores, aventureros, padres, maridos y frikis de diverso pelaje y diversa calva?
Gary:Ni puta idea, date por contento si consigues un solo seguidor.
Yo: Pero...¡tendré la rolmnisciencia! Eso debe de contar a mi favor ¿verdad?.
Gary: Galopa patito cuatralbo, jinete del pueblo que la tierra es tuya...

Ahora tengo una misión, mi querido y seguramente único lector, encomendada por el mismísimo Gary Gygax. Yo digo lo que es rol y estoy aquí para conducirte por el buen camino. Abandona falsos ídolos. Los demás no tiene ni puta idea, y tú tampoco, yo sí.


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